viernes, 17 de junio de 2011

A Julieta


A Julieta

Cuando me ves a los ojos, te percatas de mi deseo innato de follarte, joderte el coño, sin embargo, respondes con preguntas tan estúpidas, y tu cara me dice; “¿por qué me la quieres meter?” Con ese tipo de preguntas me sorprende que estés en el nivel que estás, eres arrogante, en fin, una perfecta hija de puta, crees que apagas la lumbre a pedos, al menos a mí no  me das ese gusto que a la mayoría de falos que persiguen tus carnes, no me impactas, tienes unas enorme “tetas”, ¿y de qué me sirve? ¡Soy intolerante a la lactosa! Sinceramente los pechos no me excitan tanto. No sé si imaginas por mi mirada, bueno, lo sé, no te das cuenta, soy un sodomita experimentado, no cuentas con las nalgas suficientes como para levantarme el muerto, solo quiero follarte por el simple hecho de desgarrarte el culo.
Una de mis compañeras ha dicho que tienes cuerpo perfecto, “es una mujer que trae babeando a muchos,” en verdad que a mi no, por eso me he propuesto follarte, sólo por joderte, sangrarte el orificio, hacerte sentir que cagas para adentro.
Siempre pones cara de ignorar lo que quiero, quizá creas que te voy a pedir de favor que me pulas el falo, y ¡no!, nunca lo haría, puede ser que algún día te invite a comer, luego te lleve a coger, ya alcoholizada tendrás el culo más relajado, así no tendrás que sufrir tanto, pero de cualquier manera te sentirás empalada. Espero con ansia que me cagues el palo, luego obligarte a chupármelo, para que comas de tu propia mierda, así te darás cuenta de que eres igual a las demás, puede ser que así dejes de ser tan creída y ¡pongas los putos pies en la tierra!

El encuentro 2


El encuentro 2

Desafortunadamente para mí, te quise demasiado y dejaste una huella muy profunda en mí. Nos separamos porque no éramos felices. Supe que me amaste mucho, pero la verdad es que no me importa, pues he dejado tus recuerdos en una tumba muy profunda y lejana.
Nos encontramos hoy nuevamente y la verdad es que estoy tan feliz, que incluso te regalaría un pastel. Me cuentas que has encontrado un  nuevo “amor”, a lo que respondo que no hace falta que lo digas, ya que los acabo de ver follando.
Lo que me llena de felicidad es, que por fin, has decidido compartir el coño con otro hombre y en serio que el corazón se me inunda de una felicidad inmensa.
En verdad que es algo tan bello que me gusta más que ver escurrir sangre sobre mis paredes mentales, sigue así, sé una gran puta, la humanidad necesita de coños como el tuyo para divertirse.

La compañia


La compañía

La mujer que estaba sentada a mi lado, sólo miraba la parte de mi pantalón, la más privada, ella miraba con atención, por mi parte yo me sentía excitado, lo que no sabía era que… un cosquilleo en mis ingles enfocaban mis ojos a un espacio perdido en el tiempo, ella miraba… miraba con atención, pero ignoraba que lo que había dentro de mí, era una gran víbora devorando mis testículos, y lo que se erguía era la víbora y no mi pene como ella pensaba, pero se estremeció cuando miro mi pantalón azul teñirse de sangre, pudo sostenerme entre sus brazos mientras yo me desangraba.

El encuentro


El encuentro

Clarificada por la luz estelar,  que resbalaba por su traje oscuro de lentejuelas negras, su brillo palpitante. Sus pupilentes azules, se decoloraron al momento de verme entrar. Obligada a darme, o al menos, ofrecerme una copa. Frente a ella, le sonreí y exclamé; “no sabía que trabajas acá”, ella sonrió con una lagrima rodando por su mejilla, entonces le comenté; “no llores, esto es tu profesión”, otra lagrima más, insistí; “no llores, eres una puta y eso nadie lo cambiará, sólo te pido que no regreses a casa”.

Aquí no pasa nada


Aquí no pasa nada

Aquí no pasa nada, solo hay guerras, pero nada de cuidado, hay drogas por toda la ciudad, el contaminante se asocia con el humo de la mariguana.
Aquí no pasa nada, únicamente son sidosos por las avenidas, pero no hay de que preocuparse, pronto se curaran, o quizá seas uno de los que van a morir.
Aquí no pasa nada moralistas, es que los jóvenes son más liberales y los viejos son menos comprensibles.
Aquí no pasa nada, no te preocupes, son niños teniendo sexo, no tengas miedo, es natural que entre primos se maten.
Aquí no pasa nada, es que la lluvia de fuego quemará la tierra, no te apures, sólo morirás una vez.
Aquí no pasa nada, son campos sembrados con cuerpos humanos, serán regados con tu propia sangre.
Aquí no pasa nada…

Allanamiento


Allanamiento

Entre poco a poco sobre aquel pequeño orificio, me perseguían sin razón, no podía introducirme del todo bien. Como en todo, lo primero es lo primero, mi cabeza intentaba entrar, y con dificultad entró, incluso creí ver las paredes llorar sangre, quizás alucinaba, y con el sudor de mi cuerpo, pude resbalarme lentamente.
                La desesperación terminó por vencerme, y penetré fuertemente, las paredes seguían sangrando, lo cual me facilitó la entrada, pero a pesar de eso mi cabeza estaba tornándose morada.
                Con la sangre y mi sudor, terminé por entrar, pero ahora el cielo lloraba, parecía que me culpaba de algo, y yo me sentía culpable, pero si no lo hubiera hecho, podrían haberme herido.
                Las lágrimas heladas, que parecían escarcha, rompían mí alma con saña e ira celestial, mas la felicidad de estar ahí dentro, resguardado, me calmaba un poco, ahora disfrutaba del momento, incluso mi cuerpo comenzó a sudar, lo cual me placía.
                Conforme fui entrando me tope con una tela, parecía de araña gigante, sin dificultad la rompí, sabía que posiblemente fuera signo de la virginidad del lugar.
                Continuaban cayendo gotas sobre mi cuerpo y cara.
                Cuando ya muy dentro, decidí regresar, ya no veía ninguna luz, y el chillido de las sirenas había cedido.
                Cuando salí, sentí un enorme descanso, las lágrimas cesaron, el dolor parecía calmarse, sin embargo el daño estaba hecho, cuando terminé el allanamiento comenzaron los insultos hacia mi persona.
                Después de dos días por fin fui encontrado por quienes me perseguían, me llevaron preso, me castraron por haber violado a varias mujeres vírgenes.
                Quizá ya no rompa telas, pero con mis dedos busco hormigas y escarabajos.

La ultima cena


La última cena

En una mesa oblonga, en un lugar muy remoto, lejos de América, convivían trece cabrones, que para desgracia de uno de ellos, sería la última vez.
                Buscados durante un tiempo, perseguidos, maltratados, humillados y desgraciados.
                “No hagan caso de lo que dicen, déjenlos, mi padre nos defenderá.” Esas eran las palabras de uno de ellos.
                Durante la orgía, se escuchaban sólo risas, no todo era bueno, pero lo disfrutaban.
                Profesaban una palabra que a pocos les agradaba, el más melenudo fue el que iba  a morir, pero no lo sabía.
                Trece zorras, de las mejores, hicieron su aparición, cada uno eligió a la que le apetecía más, luego que escogieron, cogieron.
                Ninguno imaginó que la zorra más cogible de todas, estaba sidosa, y esa puta era la que había elegido el maestro.
                Luego de la orgía fueron a un bar a curarse la cruda y él dijo: “si alguno de nosotros muere, mi padre lo esperará en el paraíso.”
                Pero el pendejo no sabía que él sería el primero en irse.
                Con sólo treinta y tres años y soltero, hombre generoso, de rostros cálido, murió de sida.

Amor entre libros


Amor entre libros

En algún día del mes de Febrero, -quizá el 14- estaba en la escuela donde estudiaba en mi adolescencia. Convivía con uno de mis colegas, estábamos tranquilos, cuando de repente optamos por ir a la biblioteca escolar a buscar el diario, queríamos ver si algo de ahí nos motivaba a una discusión.
                Encontramos pura basura amarillista, y a una chica nueva encargada de la biblioteca, omitiré su nombre.
                Conversamos acerca de cosas banales. Con el paso de los minutos, intimamos más sobre nuestras vidas, y como todo parecía estar dirigido a mí, mi camarada optó por irse.
                Al cabo de dos minutos, pidió que le mostrara mi crucifijo invertido que llevaba colgando en mi cuello, así que me acerque para que pudiera verlo mejor, de repente nos besamos, luego, me ordenó me sentara en la silla detrás del escritorio, entonces ella me montó con su rostro frente al mío. Me besaba con locura extrema, la cual nunca antes había sentido, podía sentir su lengua pasearse dentro de mi boca, y mientras ella me besaba con dulce locura, mi pene crecía.
                Pasaron a lo mucho cuatro  minutos, ambos estábamos ya muy calientes, no podíamos quedarnos así. Me levanté de la silla y la conduje hasta el escritorio, detrás de los libros de matemáticas y física, la recosté, subí su falda mientras acariciaba sus piernas, luego con una mano oprimía sus senos, nos besamos nuevamente.
                Me incorporé, me saqué el pene, hice a un lado su pantaleta, y se la metí toda, de inmediato sentía sus gemidos apagados, su vulva me lubricaba a perfección.
                La fricción de nuestros cuerpos era cada vez más potente, el escritorio sería testigo mudo de nuestro acto.
                Cuando estuve a punto de venirme, me salí de su coño, me masturbe y me corrí en sus piernas. Me limpié el esperma sobrante y me fui.

Musa enferma


Musa enferma

¡Ay! Pequeña y hermosa musa,
Cómplice de mis sueños paganos,
Tú, del amor fiel esclava,
Mi dulce musa enferma.

Haz que mis sueños sean sutiles,
No me dejes caer en los anhelos de la inmortalidad,
Inspira mis noches con velas de suplicio.

¡Ay! Hermosa mujer de rostro pálido,
Madame decrepita, pero amorosa,
Enrédame en  tus cabellos de promiscuidad.


Pósate en mi ventana,
Vuela sobre mi cuerpo,
Cae sobre mí maldita musa.

Ven, yo te haré feliz,
Ven maldita inspiración.

¡Ay! Pobre de ti, que desangras en desilusión,
¡Ay! Hermosa y sutil, maldita y enferma.

Cuélgate de mis cabellos de monstruosidad,
Cae en el infinito de mis huesos,
Ahí morirán tus carnes.

¡Oh! Pequeña y delicada,
Preciosa adoradora de la muerte,
¡Ay! Pobre de ti que del delirio vives,
Sufres hasta en mi interior,
Mi fiel amante
Mi delicada musa enferma.

Morena de ojos negros


Morena de ojos negros

Sexo débil, debilidad por los hombres.
Pasión por le dinero.
Morena de ojos negros, te amo con todo mi corazón.
No me abandones preciosa mujer.

El brillo de las monedas te apendeja.
Placer al portador de oro y plata.

Me haz decepcionado.
Cambiaste el amor y la honra por un puñado de billetes.
Pero, pagaras caro tu traición.

Gritos de desesperación.
Una suplica para tu amado verdugo.

En la hoguera te arrepientes de haberme traicionado.
Ahora ni el dinero te salvará, pues yo sí tengo dignidad.
La traición se paga caro.

Arde perra arde.
Ten 100, 000 pesos por tu culo.
Recibe estos 50, 000 por tus ojos.
Arde perra arde.
Ten este cheque y cómprate ropa sensual, con lo que reste, compra el perdón de la gente.

Glorificación de la fornicación

Mi amor entre sabanas, palabras que alaban a la criatura, caricias prohibidas.
Lubricación genital, besos que se ahogan en sofocación.

Piel desnuda, brilla tu piel en mis ojos.
¡Oh! Bella mujer, has el amor conmigo, hazme sentir bajo la niebla púrpura.
Te quiero –hipocresía-
Te amo –rito de maldad-
Levántate, lárgate de aquí, huye, toma tus ropas.
Recibe mí maldita bendición, te veré en el infierno, yo te daré calor en tu celda.
¡Muere!
Has probado el néctar de mis labios, has cumplido con el pecado carnal.
No llores mi amor, yo te amo, no temas, yo glorificaré la fornicación.
No llores mi musa sidosa.



Tú, las más frágil y bella de las damas.
Tú, aquella que con sus ojos me embrujó.
Hechízame con tus besos, preciosa mujer.
Preciosa creación, envuélveme dentro de tu amor.
Vivir a tu lado será grandioso.
Pero si no estoy a tu lado, siento como si me fuera lejos.
Es un gran martirio.
La soledad me hiere, me moriré sin ti.
Ven, ven que te necesito, necesito de tus besos para sanar mis heridas.
Tú, la hermosa mujer de quien me he enamorado.
Tú, la reina que manda en mí.
Qué más da morir por ti o contigo.
Tú puedes hacer de mí lo que se te plazca.
Sabes muy bien que seré tu más fiel esclavo.

Recuerdos de un amor


Recuerdos de un amor.

Conocí a una bella mujer, la cual aún era una niña, tal vez ella no debió conocerme, o ¿fui yo el del error? No sé, pero con el tiempo, me enamoré.
                Aquella mujer de ojos tristes, era todo lo que había soñado.
                Era una niña para mí, ella no sabía lo que era el amor, pero aún así decidió arriesgarse.
                ¿En verdad me quería?, tal vez lo hizo.
                ¡Qué recuerdos!
Aquellas noches en que la besaba, ahora, la miro muy de lejos, parece que la quiero aún más. En ocasiones siento como se conjugan nuestros alientos.
                Hoy son nada más que recuerdos, creo que jamás vendrá a mi tumba.
                Ella ignora que mi alma está con ella, que le cuida todo el día.
                Quisiera que viniera una vez más, quisiera que recordara nuestro amor, pues en éste mundo hay mucho frío.

Ángela


Ángela

La vida no tiene sentido sin ti.
Mi mente no es la misma de antes.
Hoy no tengo en quien pensar.
Siento que hay un gran vacío en mí interior.
Quiero tenerte a mi lado.
En mis libretas no escribo más tu nombre.
Han quedado las hojas en blanco.
Ya no dicen Ángela.
Mi mente no me muestra más tu rostro.
Entre tristeza y luz de luna, lloro por ti.
Mi más grande tesoro.
Aquellas noches de pasión, aquellos labios, esos besos, esa piel morena.
Todo ha terminado.
Tu mano ya no me acaricia.
Tus labios ya no me besan.
Tus ojos ya no me miran…
Has viajado a otro tiempo.

En la estancia


En la estancia

Mientras que los doctores estaban apurados dentro del quirófano, el y ella, Samantha y Josefino, estaban tan tranquilos en el comedor del nosocomio.
                Comían un delicioso pollo adobado que habían adquirido la tarde pasada. Lo único que habían comprado fue un refresco de cola.
Jaime se dio cuenta desde los primeros días, que ellos se traían algo entre manos, que quizá una atracción existía en ambos corazones.
                Samantha provenía de Chilpancingo, Josefino del Estado de Zacatecas.
                En el hospital cubrían uno de los requisitos para su titulación.
Jaime no era para nada tonto, los descubrió desde la primera mirada.
                En varias ocasiones se habían quedado de guardia. Curiosamente se habían quedado solos, lo que dio paso a las sospechas de Jaime. No había una verdadera separación entre los dormitorios, además, sí la hubiera, tenían por seguro que no la respetarían, y que dormirían en la misma cama, aunque fuera individual, pues al fin de cuentas, lo que menos querrían hacer, es dormir.
                Jaime estuvo en una fiesta el viernes por la noche, así que el sábado llego cansado y con una enorme resaca.
                Cuando pensó que ya habían acabado de comerse el pollo, fue al comedor para calentar agua y prepararse un reconfortante café. Miro que la mesa lucía poco desordenada. Le paso una franela para limpiarla un poco y poder sentarse a gusto a tomarse el café y comerse el pan que compró en la tienda.
                Erica, Susana, María y Esther estaban ya en recepción, lo que indicaba que todos habían acabado de comer, aunque ellas pensaban que Samantha y Josefino ya estaban dentro del quirófano auxiliando a los médicos.
                Encendió la parrilla eléctrica que Francisco llevo recién entregado el comedor. Colocó la pequeña hoya con ¾ de agua. Mientras el proceso de calentamiento ocurría, Jaime pensaba en cómo iba a pagar la renta, éste mes se le complicó por los gastos de improviso, todo gracias a la infortuna de que su madre estrelló el auto contra un poste de municipio.
                El vapor comenzó a subir, lo que daba señal del calentamiento del agua. Giró la perilla para cortar el paso de corriente. Tomo un trapo grueso para no quemarse al momento de agarrar la hoya. La tasa se completo de agua caliente. Dos cucharadas de café cayeron una por una dentro del agua. Agitó con fuerza para mezclar y probar.
                Esther y Erica tuvieron que entrar al quirófano, pues Samantha y Josefino no aparecían por ningún lugar. Pensaron que tal vez estaban en la tienda, por lo que no intentaron buscarlos.
                De una bolsa de plástico sacó su pan y le dio una pequeña mordida, era un delicioso pan de azúcar. Luego un pequeño sorbo para poder pasar bien la masa que había hecho con el pan.
                Pasó de nuevo la franela para dejar la mesa limpia, enjuago su tasa y la dejo en su casillero.
                El estomago ya tenía mucha comida, así que corría una gran masa ya procesada por todo su intestino, lo que era clara señal de que tenía que ir a defecar.
                Caminó sin muchas ganas de ir.
                Cerca del baño estaban los dormitorios.
                Cuando iba a girar el picaporte de la puerta del baño de hombres, escuchó un pequeño ruido sordo.
                Se aguantó las ganas y fue donde el ruido. La puerta de los dormitorios no estaba cerrada, únicamente emparejada.
Cauteloso se introdujo y miro dos cuerpos semidesnudos luchando uno contra otro, friccionándose uno contra otro. No estaban acostados, ella estaba en posición de “perrito” y él detrás de ésta.
Josefino trataba de atrapar los gemidos de Samantha con una de sus manos, pero ella sufría y disfrutaba los embates.
                Lo sabía, -pensó Jaime- sabía que estos dos se estaban cogiendo cariño desde tiempo atrás y por atrás.
                Ella se impulsaba hacia atrás mientras que él para adelante, ambos cuerpos chocaban rítmicamente, ella disfrutaba al máximo, aun y cuando le tapaban la boca.
                Josefino tenía unas nalgas asquerosamente feas y peludas.
                ¿Qué debía hacer Jaime, sacar su cámara y grabarlos o denunciarlos? Estaba en una disyuntiva.
                No tuvo que esperar más, ellos se percataron de la presencia de este y se detuvieron de inmediato, completamente asustados. Al menos eso fue lo que Jaime comentó.
                Perdón por interrumpir. –Exclamo Jaime-
                Miren, -continuó- sigan con lo que estaba haciendo pero déjenme presenciar tan bello acto, de lo contrario los delataré con el Director, y si me dejan, solo yo sabré de esto.
                Acordaron en que Jaime los vería y vigilaría a la vez.
                La repulsiva lengua de Josefino se paseaba por cada centímetro de vulva de Samantha, ella se estremecía a más no poder, iba y venían en un subir y bajar de presión. Su vulva no podía más, explotaría en un instante, y las olas de jugo vendrían como un maremoto, chocarían contra la cara de Josefino, lo ahogarían en ese mar de lujuria.
Su lengua escaló algunos milímetros y llego hasta donde el cuero se junta, en ese pequeño agujero negro. Cerrado, contraído, delicioso, oscuramente excitador, de un olor particular a muerte y resurrección.
                La mía y lamía hasta que la saliva iba cayendo gota a gota. En el suelo se formó un pequeño charco de saliva y jugo de vulva.
                No podía aguantar más, pidió a Josefino que la embistiera de inmediato, quería sentir los huevos de su amante estrellarse tras de ella.
                El  miembro de Jaime estaba a punto de estallar, su piel se estiró hasta donde pudo, las venas podían verse llenas de sangre caliente, sangre que provenía de su excitado corazón. Él mismo comenzó a lubricar, su calzón se humedeció. Pensó que luego de minutos se le pegaría a la punta. Pero valía la pena sufrir tal dolor al despegarse el calzón.
                Tal vez el problema más grande era, aguantarse sin darle un embate a Samantha, ni siquiera podía lamerle el culo o morderle de perdido un pezón.
                Los embates iban y venían, los gemidos no se cubrían más, salieron a volar por todo el cuarto hasta ser muertos en los muros de ladrillo.
                Su verga entraba y salía, húmeda, cada vez más húmeda, el jugo le llegaba hasta los huevos. Ya olía a buzo salido del mar del caribe mexicano.
                A cada minuto la excitación subía más, ninguno de los presentes quería que terminara tan hermoso acto de apareamiento, y por instantes a Jaime se le olvidaba vigilar, incluso estuvo a punto de desnudarse e ir a empalar a Samantha, pero las promesas estaba hechas, solo ellos podían pedir relevo, él podría entrar, pero mientras tanto, debía seguir vigilando.
                Qué más daba el problema del dinero, en ese momento lo único que quería, era estar dentro de esa babeante vulva, tal vez por el culo, pero cuando miraba las peludas nalgas de Josefino, sentía un reflujo, una sensación de querer vomitar, pero también en su sangre corría adrenalina y coraje, con ganas de arrancar a Josefino de ahí y ser él quien le haga sentir en el cielo.
                Por fin Jaime puedo ver a Samantha boca arriba. Sus tetas descansaban desparramadas en su tórax. Su vulva estaba total y brutalmente velluda, de un negro azabache. Desaliñada por completo.
                Josefino se trepó en ella y se la dejo ir por completo. Se deslizo como si fuera hielo con hielo. Samantha expreso un satisfaciente ¡Ah! Expresando dolor y placer al mismo tiempo.
                ¡Santo dios, que rico se siente!
                Samantha nos sorprendió con tremenda expresión ¿Quién sabe de dónde la saco o cómo s ele ocurrió? Pero sonó bien, tal vez fuera de tema, pero fue divertido y muy ocurrente.
                El perfume de ambos cuerpos sudados iba lentamente inundando el cuarto. Cada persona tiene un olor específico, pero la mezcla es todavía más extraña, pero en ocasiones no hay distinción entre ambos, pero el olor de Samantha era brutalmente apestoso, como a ácido. –Según palabras de Jaime-
                Asombrado Jaime, seguía excitado a pesar de tal mal olor, que del coño de Samantha se escapaba.
                Entraba y salía, admitía y expulsaba, así una y muchas veces más. ¡Clap, clap, clap! Era ese el rítmico sonido que provocaban los cuerpos en choque, envueltos en traje de Adán y Eva -Sin hojas claro-
                Josefino se recostó boca arriba para que Samantha lo montara. Subía y bajaba, se encajaba y desencajaba. Su rostro se resquebrajaba a cada caída, pero lo disfrutaba al 90%.
                Josefino nunca sintió topar a fondo, Samantha tenía una profundísima vagina, pero se ajustaba de maravilla al pene.
                Las nalguitas de Samantha chocaban a cada caída con los muslos de Josefino, en ocasiones le apachurraba los huevos.
                Jaime no aguantó más, se desabotonó el pantalón. Se bajó el boxer y comenzó a masturbarse.
                Arrodillado quedó y se masturbaba bestialmente, parecía que quería arrancarse el pellejo.
                Cada que su puño iba, cubría su cabeza, cada que venía, descubría su cabeza, un poner y quitar su capucha.
                Mientras los otros seguían en su acto, Jaime estaba tratando de ordeñarse y tirar la leche en el piso. Pero el pequeño culo de Samantha le empezó a dar señales de insinuación.
                -Únete cerdo- dijo Samantha.
                Rápido se puse de pie y como pudo caminó hasta ellos, volvió a arrodillarse. Colocó la cara frente a las pequeñas nalgas de Samantha, con sus manos separó las nalgas, y aunque estaba peludo, así metió su lengua en ese pórtico fecal. La metía hasta donde podía. De un momento a otro el culo se inundo de saliva de Jaime. Parecía que un baboso quería entrar en una cueva fosa llena de agua.
Un pequeño sabor fecal recorrió toda su lengua y llego hasta su estomago, sintió algo áspero, como una costra, tal vez era un pedazo de caca seca, que había quedado entre sus vellos. No le importó y siguió comiéndole el culo. De vez en cuando mordía tiernamente las nalgas.
                Samantha no podía pedir más, eso le gustaba. Nunca lo había probado, pero para ser la primera vez, le encantaba.
                Y si algo podía pedir, lo que pediría, seguramente sería, tener la venosa verga de Jaime en su estrecho culo, dentro de su gusano en forma de laberinto, donde los desechos se pierden.
                Jaime se hundía entre las nalgas de Samantha, como si fuera un pastel, se metía hasta el fondo, hasta donde el oxigeno se le acababa, cual salvavidas, quien baja hasta el fondo de la alberca, así Jaime descendía, hasta lo más recóndito del portal fecal.
                Mientras que su lengua entraba y salía, tomaba su brutal pene y lo mecía con bestialidad, parecía que querría arrancárselo.
                Era un concierto de tres miembros arrítmicos en instantes, pero los tres estaban a punto en el sentido sexual. El tercio nunca estuvo parejo, pero sí lo disfrutaban.
Josefino comenzó a estremecerse y sus huevos parecían como dos corazones que latían a ¾ de un viejo metrónomo.
                Chorros de leche entraron en la vagina a gran presión, de inmediato Jaime se alejo del culo de Samantha, se levantó y le arrimo la verga a la boca, y ahí, se vació por completo. Ella se lamía hasta donde le alcanzaba la lengua, tragaba la poca leche que le quedaba al alcance.
Jaime se subió el pantalón y se marchó.
18 de Septiembre - 4 de Julio de 2010