martes, 31 de mayo de 2011

Serpiente de Fuego (demo)

Descarguen de aquí el primer demo de mi banda!

Piel fresca


Piel fresca

Su piel lucía totalmente fresca, tan fresca como esa tarde lluviosa, ya en proximidades de otoño.

Hermosa mujer delgada, casi un esqueleto andante, galante como la propia Catrina. Ni siquiera Posada puedo imaginar la belleza de esta joven.
                A sus dieciocho años –quizá- ya parecía muy ducha en el sentido sexual.
                ¡Pero que piel tan fresca! Que niña tan rica. Deliciosa piel casi sin usar.
                Rubia como el pelo de un elote, perfume como flor de primavera lluviosa, luz de sol de medio día, reflejo de espejo del lago fresco de la sierra fría.
De su rostro no puedo hablar, pues no lo recuerdo del todo. Pero puedo hablar de su piel fresca.
                Pantalón azul claro, ajustado a su cadera, blusa que solo alcanzaba hasta su ombligo, lo demás descubierto.
                Pero en su piel fresca, podía mirar que le encantaba depilar su pubis. ¡Que frescura!
                Se me hace agua la boca del solo hecho de recordar tan fresca piel depilada.
Qué rico ha de saber su coño, así sin vellos, al natural, como el de una pequeña niña inocente.
                Imagino mi lengua dando vueltas sobre su clítoris, y mis manos frotando su piel fresca.

Frágiles


Frágiles

Beso a beso unían más sus almas, sellaban como pegamento aislador, se fundían en un mismo fuego, caían en el mismo recipiente de oro que resguardaba su amor natural, por su misma naturaleza.
                En sus cuerpos tatuaban y forjaban las marcas del amor santificado por los príncipes de Sodoma. Se duchaban bajo la lluvia carmesí del cielo enfundado de querubines rosáceos.
                Sus miradas se perdían en los florales laberintos del jardín de los suplicios morales, que la sociedad ha cosechado desde tiempo.
                Con sus musculosos brazos se aferran a las enormes columnas que fueron levantadas día a día, tras las pedradas de la multitud moralista del siglo XXI. Acusados como si fueran herejes  de la edad media, quemados con la leña de la envidia.
Él se llama Marco, y él, el otro, se llama Armando, dos enormes maestros de gimnasio, poderosos como las columnas de la torre latinoamericana, pero frágiles como dulce el culo de una princesa de cuento.
-Julio de 2010-

Derrotada


Derrotada

Cayó de rodillas, sudando y con el corazón alocado, cabalgando cual corcel en las planicies rojas de primavera.
Su cabellera desaliñada, con el rostro casi irreconocible, desfigurada por las brutales caricias de los dedos frenéticos y virtuosos.
                En su rostro podía mirarse y olerse una gran mancha de color nácar.
                Por su cuello se deslizaban lentas pero audazmente las gotas de sudor que nacieron de sus poros excitados, de su caliente carne sulfurada, en el deseo de sus locas pasiones retóricas.
-Julio de 2010-

La del buen hábito


La del buen hábito

Cuando te encuentres en un lugar de comida, debes ser precavido, pues hay alguien que hace sus excéntricas apariciones en público. Le encanta llamar la atención, de hecho, nunca pasa desapercibida, fácil es de identificarle.
                En una ocasión que tuve la fortuna de ir a comer con el hijo del Gobernador, ella estuvo ahí. Fue un Lunes por la tarde. Estábamos en un establecimiento de hamburguesas, de esas norteamericanas que hay por todo México.
                No pedimos gran cosa, a pesar del hambre que teníamos.
                Bueno, pues  cuando nos sentamos a esperar nuestra orden, se abrió la puerta. Un perfume se mezcló de inmediato en la atmosfera del lugar. Era un perfume más o menos difícil de distinguir  que aroma era. Nosotros coincidimos en que era como sudor y polvo del que se ponen en las mejillas, así como cuando saludas a una gorda sudorosa, así más o menos.
                Nos fue imposible no mirarla, de hecho todo mundo la miraba. Era una tipa obesa, con un estomago brutalmente obsceno, unas tetas que más que glándulas mamarias, eran sebáceas, tal vez su madre le ordeñaba para obtener manteca para cocinar.
                Iba en un entallado short azul, unos tenis blancos, un ablusa blanca con una leyenda en inglés que decía; I´m a Butterfly. Lo que ella no sospechaba es que apenas era una gran oruga gorda
                No era rubia, pero su pelo decía lo contrario, sus brazos regordetes estaban a cargo de su bolso y una maleta extraña.
                Ordenó de inmediato y fue a sentarse a la mesa contigua nuestra.
Primero aseó la mesa con unas toallas que saco de su maleta, puso gel antibacterial en sus manos  gordas, posteriormente se colgó una especia de enorme babero
El empleado le llevo una charola bien repleta de comida. Tres hamburguesas con doble queso, una enorme orden de papas a la francesa, y un refresco de litro.
                Acomodó todo a la perfección y se persigno antes de con la masacre. Quitó los utensilios y se arrimo más la charola.
                Tomó con sus manos una de las tres hamburguesas, y le dio tremenda mordida que me dejó atónito. Se la terminó en cuatro mordidas.
                Arrimó sus papas y las ahogo en salsa catsup. Iba tomando de una en una, y se las llevaba a la boca. Pero lo más asqueroso es que casi metía todo su puño en la boca, luego sacaba sus dedos completamente bañados en saliva. Todos quedamos sorprendidos.
La verdad es que no aguanté mucho y me salí. Poco me faltó para vomitar.
                Al final me enteré que ella es Juana modales, la ilustre hermana de Lalo Carnitas.
-Julio de 2010-

Lalo Carnitas


Lalo Carnitas

Mientras trabajé a su lado, pude darme cuanta de lo asqueroso que me resultaba ser su compañero.
                Repulsivo debió haber sido su apellido paterno, y además era como su principal cualidad humana, pues incluso los cerdos procuran algo de aseo individual.
                Trabajamos como compañeros muy cercanos, eso era lo lamentable del asunto, ya que debía respirar su aliento y olor de mierda, incluso llegue a creer que se me contagiaría lo asqueroso de su ser y la inmensa gordura de su cuerpo.
                Parecía que a lo que se dedicaba era a tragar y tragar durante todo el día.
                No estudiaba, no tenía novia, es más, nunca tenía dinero, pues todo el sueldo lo gastaba en más grasa para ese bulto enorme llamado estomago, para seguir inflando sus llantas.
                Al mínimo esfuerzo sudaba como si estuviera en un sauna, se cansaba como si acabará de terminar la carrera de los cien metros, en pocas palabras, se bañaba en sudor.
Cuando le veía hablar, miraba los restos de carne que acababa de tragar. Nunca cepillaba sus dientes, siempre los llevaba adornados con comida y ese aliento a basura radioactiva. Era un gran búfalo carroñero, algo nunca visto.
En su enorme y redonda cabeza, portaba una gorra que algún día fue color blanco, pero que el tiempo y el sudor le habían puesto nuevo color y figuras, tal vez guardaba un cultivo de piojos o esas alimañas que viven en gente asquerosa.
                Al momento de la comida, intentaba irme lo más lejos posible de él, lo malo es que se empeñaba en estar junto a mí. Sin exagerar, se comía más de cinco tortas de carne adobada con queso y mucha cebolla. Devoraba cual salvaje dragón de Comodo. A veces escuchaba como si estuviera masticando piedras, como jabalí desesperado, aunque por momentos parecía que no masticaba.
En verdad era un espectáculo aberrante. En momentos llegaba a pensar que si me descuidaba podría llegara a tragarme de un solo bocado.
                Ese era Lalo Carnitas, el más cerdo de toda la empresa. Hubiera sido bueno venderlo por kilos, la empresa hubiera generado buenas utilidades.
-Julio de 2010-

La gran estúpida


La gran estúpida

Trataste de venir a impresionarnos con la supuesta sabiduría adquirida allá, en la otra escuela.
                Cuando hablaste de aquellos momentos tan grandiosos, medio nos dimo cuenta de que eran mentiras, nada concordaba, eran solo mamadas.
                Al tratar de preguntarte sobre cosas de las que con grandeza presumiste, simplemente decías no acordarte  de lo trabajado, y que actualmente trabajabas en otras cosas.
Siempre saliste por la tangente, pero nunca pudiste liberarte de mis preguntas mal intencionadas.
Desde que regresaste, he estado atento a cualquier palabra para poder ponerte una trampa, para que así nos demos cuenta de tu gran estupidez, y de alguna manera, arruinar tu vida, siempre preguntando cosas que no puedes responder a pesar de presumir tu gran sabiduría.
-Julio de 2010-