El encuentro
Clarificada por la luz estelar, que resbalaba por su traje oscuro de lentejuelas negras, su brillo palpitante. Sus pupilentes azules, se decoloraron al momento de verme entrar. Obligada a darme, o al menos, ofrecerme una copa. Frente a ella, le sonreí y exclamé; “no sabía que trabajas acá”, ella sonrió con una lagrima rodando por su mejilla, entonces le comenté; “no llores, esto es tu profesión”, otra lagrima más, insistí; “no llores, eres una puta y eso nadie lo cambiará, sólo te pido que no regreses a casa”.
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