jueves, 21 de julio de 2011

El relato


El relato

La fiesta comenzó a eso de las 5 de la tarde. Estaban: ella, Juan y Mauricio, éste último, su ex novio, un tipo bastante feo, esclavo de una cabina de taxi.
                Ella había salido de su estúpido trabajo, vendía seguros de vida, no ganaba mucho, luego, era por comisión, así que no aportaba mucho dinero a la economía nacional.
                Tal vez media botella de tequila habían consumido entre los tres. No estaban tan idiotas como otros. Mauricio propuso la idea de ir a Guadalajara en ese mismo instante. Nadie se opuso. Abordaron el Volkswagen rojo y de inmediato tomaron la salida a México, al sur de la ciudad.
                Pasaron la pintura de la Catrina y prepararon tres cubas más.
                Cruzaron el retén militar sin más complicación.
Bienvenidos a Jalisco. Pasaron y ya estaban en otra ciudad.
                A una velocidad considerable iban contentos por la celebración. Rápido depuraron el alcohol y las vejigas ocupaban se llenaban.
                Una caseta más y estarían por fin en la ciudad de Guadalajara. 45 pesos fue el costo exacto.
                Plaza del Sol ya estaba cerrada. A la de mariachis se dirigían sin detenerse. La fiesta estaba muy prendida, algunos alemanes se divertían al calor de tradicional tequila Jalisco.
Sólo alcanzaron para tres botellas y cuatro refrescos de toronja. Ahí se terminaron una. La noche iba envejeciendo. No sería buena opción regresar en ese estado, había que buscar un lugar donde quedarse a pasar la noche y seguir la juerga. O mejor que pudieron costear fue un hostal. Se acomodaron los tres en el mismo cuarto y continuaron la fiesta, ya muy alcoholizados.
                El teléfono sonó dos veces y levanté el auricular, era ella, mi amada novia.
                -Hola amor, estoy en Gdl. con mis papás, venimos a visitar a mis padrinos, mañana que regrese iré a verte.
                Intenté creerle, pero su voz alcoholizada no me convenció. Siempre he querido ser un poco inocente, quizá estúpido, mas no he podido.
                Paso una hora después de la llamada y el teléfono volvió a sonar.
                -¿Adán?
                - Sí, diga…
                -Oye, ¿no está contigo…?
-Lamentó decirle que no está aquí, pues me acaba de llamar diciéndome que está con ustedes en Gdl. Visitando a sus padrinos.
                Así termino la llamada.
                Todavía quedaba una botella de tequila y dos refrescos que ya estaban tibios y no había hielos. Procuraron acabar sus copas y seguir tomando.
                El alcohol relajó la razón y empezaron las caricias y palabras no pensadas. La besaron entre los dos, la tocaban y se le pegaban al máximo.
                Mauricio fue el primer hijo de puta en tocarle su vulva, claro, por sobre su pantalón, lo que no impidió que ella sintiera rico, luego el imbécil de Juan le acariciaba sus abultadas y maravillosas nalgas. Ella miró que el pantalón de Mauricio se levantaba cual carpa. Le bajo la cremallera y saco con su pequeña mano izquierda, el ridículo pene, se inclinó y comenzó a comérselo. Juan desabrochaba el pantalón de ella y lo bajo abruptamente. Resaltó su tanga blanca, que más abajo se escondía entre sus gratas nalgas. También se inclinó y empezó a lamerle las nalgas, de vez en cuando llegaba hasta la vulva.
                Mauricio se había despojando de sus anteojos de mala calidad y se recostó sobre la cama, ella lo montó mientras Juan le arrimaba la verga a su boca. Ella podía con ambas empresas. Subía ya bajaba, iba adelante y atrás, las dos muy coordinadas, perfecto trabajo, los tres lo disfrutaban.
                -Y entonces ¿Qué paso? sea claro por favor- el abogado comentó.
Pues estos dos perfectos hijos de puta disfrutaron de ella y ella de ellos.
                Aguanté todo hasta que contó cuando se la cogían entre los dos, uno, por su pucha, y el otro, lógico, por el culo, eso fue lo que me enojo por completo.
                La lleve con engaños al psicólogo. Él la hipnotizó sin que ella se percatara y fue cuando pedí que me contara su aventura en aquella ciudad, y eso fue lo que escuché. Le pedí al psicólogo que no la despertara, que le diera la orden que despertara cuando yo se lo indicara.
                La subí al automóvil, y me dirigí rumbo al oriente de la ciudad. Llegamos a un páramo, ahí la baje y la senté en una piedra, le ordené que despertara y fui al auto a sacar mi bat de béisbol. Regresé y la sorprendí con sendo batazo en su espalda, un gemido callado fue lo que salio de su boca. La levante y volví a darle otra dosis en el estomago, se doblo sofocada y antes de que pudiera incorporarse, le marqué mi zapato en su débil rostro. Cayó de espalda, y le di una buena tunda de batazos por todo su cuerpecillo.
                No podía detenerme, el coraje era inmenso. El haberle dado por el culo fue terrorífico y faltó de ética.
                Me arrodille y comencé a golpear su estupefacto rostro hasta ponerlo morado. La levanté rudamente, la coloqué ene le cofre del auto, boca abajo, le baje el pantalón y la tanga, me puse lubricante en la verga y la embestí por el culo.
                Gemía y sufría al máximo, en verdad comenzaba a sufrir lo que yo había sufrido durante su confesión.
                Luego de haberme escurrido en sus nalgas, le puse ene orden sus ropas, la subí al auto y la llevé al hospital.
                El argumento fue que la encontré en la calle así, ya hí la dejé.
                Luego de días, vino la policía y me llevaron arrestado. Eso es todo abogado…

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